José Woldenberg y Guadalupe Acosta Naranjo alertan sobre el riesgo de una reforma electoral regresiva y autoritaria

Ciudad de México a 23 de Julio del 2025
No. 62/2025
- Morena y sus aliado, con el 54% de los votos tienen el 74% del Congreso; y por el contrario, la oposición, que tuvo el 46% de los votos, tiene el 25% del Congreso. Hay un 50 por ciento de sobrerrepresentación. Lo que están queriendo con esta reforma es legalizar lo ilegal”: Guadalupe Acosta Naranjo.
- El cambio democratizador se produce “no volteando a ver los caprichos de quienes gobiernan, sino viendo cuáles son las demandas que emergen desde la sociedad, desde otras fuerzas políticas y tratar de ofrecer un escenario para que la pluralidad política –que ningún exorcista va a poder terminar con ella– pueda convivir y competir en términos civilizados”: José Woldenberg.
Durante la transmisión del programa Somos ideas, producido por Somos MX, el ex consejero presidente del INE, José Woldenberg, y Guadalupe Acosta Naranjo, miembro de la Coordinación Nacional de Somos MX, pasaron revista a los principales riesgos que plantea la reforma electoral que prepara la Presidencia de la República: volver al pasado, subrrepresentar o anular a las minorías y sobrerrepresentar al partido mayoritario, así como aplastar la pluralidad y consolidar un régimen autoritario.
Rodrigo Morales, conductor del programa, abrió el análisis señalando que “estamos frente al riesgo de una reforma político electoral que se está haciendo sin oír, sin consultar, sin saber, sin conocer cuáles son los agravios que hay entre los otros actores… No es el método que conocíamos para procesar este tipo de reformas”.
Ya desde la reforma política de 1977, hasta la de 2014 –indicó José Woldenberg– absolutamente en todas estuvieron en el centro las demandas que se planteaban desde la oposición. Y recordó que en la de 1977 se dio un diálogo muy fructífero con todos los sectores interesados que dio lugar a dos reformas “que en su momento fueron pilares del proceso democratizador: el registro condicionado, que abrió la puerta a aquellas corrientes políticas que se mantenían artificialmente marginadas del escenario institucional para que pudieran contender en la elecciones, entre ellas el Partido Comunista o el Partido Demócrata Mexicano, y la segunda fue modificar la fórmula de integración de la Cámara de Diputados, 100 diputados de representación proporcional y creando 300 de mayoría relativa con lo cual se aseguraba que por lo menos el 25% de la cámara sería para partidos distintos al oficial”.
Lo preocupante, dijo Woldenberg, es que el gobierno actual “creo que no aprecia los cambios que en esta materia se han producido y lo que nos está proponiendo es una regresión a tiempos que algunos creíamos idos”. Y puso como ejemplo dos de las principales propuestas que ya aparecían desde la formulación de la reforma electoral que “hizo en su momento el expresidente López Obrador: acabar con las diputaciones plurinominales y terminar con el financiamiento ordinario para los partidos políticos”.
En coincidencia con lo anterior, Guadalupe Acosta Naranjo señaló que el principal riesgo es que sea una reforma electoral fundada en un acuerdo interno entre la coalición gobernante, porque “lo que anunció Claudia en sus mañaneras es una comisión interna, no una de amplio diálogo; y lo que sin duda está intentando primero es tener un acuerdo con el PT y con el Partido Verde, porque recordemos que la primera reforma que mandó Andrés Manuel al Congreso no tuvo el voto favorable de estos partidos”.
El Plan C que estamos viviendo, estimó Acosta Naranjo, “es el decálogo que dejó el 5 de febrero de 2024 Andrés Manuel López Obrador: una serie de iniciativas, entre ellas la reforma electoral, pero también la que destruyó el poder judicial, la que terminó con órganos autónomos, en fin, una serie de reformas que ha venido cumpliendo al pie de la letra la presidenta de la República, pues no ha mandado hasta el día de hoy ninguna iniciativa diferente”.
De acuerdo con Guadalupe Acosta, frente a la reforma electoral “lo más delicado es esta idea de exclusión de todos aquellos que no aplaudan, que no compartan los postulados de lo que ellos llaman Cuarta Transformación, sea lo que sea eso… Ese acto de autoritarismo, de que quien no piense o actúe como ellos es ´traidor a la patria´, ese solo hecho, es un enorme retroceso para el país”.
En el tema de la representación, José Woldenberg, apuntó que para todas las fuerzas políticas “el mejor horizonte es que si un partido político saca un porcentaje determinado, ese sea la representación que tenga en la Cámara de Diputados, eso es lo más democrático; ya vimos que con una lectura sesgada y tramposa, de una parte de la autoridad electoral, hoy tenemos que una coalición con el 54% de los votos tiene el 74% de los escaños, es decir, una sobrerrepresentación yo diría absurda, caricaturesca: casi uno de cada dos mexicanos, votó por esa coalición, pero no tres, pues acabaron con una representación de tres de cada cuatro. Lo que supone, además. que el resto de las fuerzas políticas quedó subrrepresentado. Esos 20 puntos porcentuales de diferencia no existían en México desde 1952”.
El también académico recordó que esta desproporción, incluso en esa época, preocupó a las élites gobernantes e hizo pensar al propio PRI en introducir en 1963 los diputados de partido, por lo que “si hoy prosperara la iniciativa que en su momento planteó Andrés Manuel López Obrador llegaríamos a un retroceso más allá de 1963, cuando se crearon los diputados del partido”.
Sobre este mismo tema, Acosta Naranjo recalcó que hoy Morena y sus aliados, “con el 54% de los votos tienen el 74% del congreso; y por el contrario, la oposición, que tuvo el 46% de los votos, tiene el 25% del Congreso. Hay un 50 por ciento de sobrerrepresentación. Lo que están queriendo con esta reforma es legalizar lo ilegal, porque esto lo hicieron violando la Constitución, porque había un tope de 300 diputados máximo para cualquier fuerza política o hasta un 8% de sobrerrepresentación”.
José Woldenberg recordó que en los orígenes de la reforma de 1977 estaba precisamente el reconocimiento por parte del gobierno “de que había otras fuerzas políticas, que esas fuerzas eran legítimas y que deberían de estar en el mundo institucional y tener representación”. El cambio democratizador se produce “no volteando a ver los caprichos de quienes gobiernan, sino viendo cuáles son las demandas que emergen desde la sociedad, desde otras fuerzas políticas y tratar de ofrecer un escenario para que la pluralidad política –que ningún exorcista va a poder terminar con ella– pueda convivir y competir en términos civilizados.”
Sin embargo, hoy lo que tenemos, acotó Guadalupe Acosta, es que se “sigue avanzando en esta idea de poner las condiciones para que quienes llegaron al poder no lo abandonen durante muchísimos años, y no por las mejores vías, de las mejores formas, por el voto popular, legítimo, legal, democrático, respetando libertades, sino poniendo todas las condiciones para la permanencia de ellos en el poder, a la buena o a la mala”.
Al mismo tiempo, destacó José Woldenberg, México vive una erosión de la confianza en sus autoridades electorales, por lo que necesitamos retomar lo que sucedió en 1988 cuando se reconoció que en el proceso electoral hubo “un comportamiento faccioso de las autoridades” y que era urgente comenzar de cero, con lo que se dio paso a la creación del Instituto Federal Electoral. “Ese espíritu hay que volverlo a rescatar ahora, porque necesitamos como país, obligadamente, autoridades electorales capaces de irradiar confianza hacia todos los rincones del espectro político, eso es lo que más le conviene al país, tener elecciones sin conflictos postelectorales; porque las elecciones tienen como una de sus funciones legitimar a la autoridad, pero si las autoridades no actúan conforme a la Constitución y a lo que la ley señala, pues en vez de legitimar lo único que hacen es generar una espiral de conflicto y a veces hasta de descomposición”.
Lo que es un hecho, al decir de Woldenberg, es que “un país como el nuestro, con su masividad, con sus desigualdades y con su diversidad política, no puede ser alineado bajo el manto de un solo partido; eso parecía que habíamos aprendido como país desde 1977 y quizás desde 1963.
Por lo mismo, puntualizó Acosta Naranjo, “debemos privilegiar la recuperación de la democracia; y no hay otra manera de recuperar la democracia que ejerciéndola, y eso es con elecciones. Hay, insistió, que dar la batalla en unidad, convenciendo a todas las fuerzas políticas.El programa Somos Ideas, “Riesgos de la reforma electoral”, puede verse completo en la siguiente liga: